No tengo derecho


No tengo derecho a abrirte los cajones y sacarte la médula
No tengo derecho a limpiarles el polvo a tus fotos
No tengo derecho a sacarte la basura cuando es tarde
No tengo derecho a clavarte los dedos y que vomites
No tengo derecho a no tener reparo
Ni  a repararte
No tengo derecho a estar escribiéndote esto.

Me dijo no tenés  derecho
Y en ese instante comprendí.


Paga tu llamada la larga distancia


Cayó la sábana
la veladura ahogada.

Nos temblaron las manos.

Quisimos evitar el último trueno
Intentamos empujar
el carro tuerto de la rueda.

La ciega palabra
espalda acogida
No hicimos incendio.

Al calor de una braza húmeda
intentamos prender Fuego

Erramos, sí
como tontos
quisimos reinventarnos:
perecimos.

De nuevo la luz
allá lejos marca sendero

Tu barco arribó en distinto tiempo.

Instantáneas

Peregrina del amor y el nacimiento, he vedado el silencio. Me adentré en la muerte, como un desabrigo, y habité el viento. Recogí de los tibios huecos de árboles algunas palabras, que aún desarmadas perpetuaban la voz de quienes las habían parido. Ellas formaron una membrana de mundos inmensos que imperceptiblemente humedecieron mis pies.  Pies, que de pronto sumergidos, vieron brotar magnolias y frambuesas, volviéndose enredaderas de lluvia vertical por mi cuerpo.  Allí en lo profundo, pude sentir el crispamiento del latido en la consciencia de mi sexo. Acaricié el vértigo. Besé la muerte, el más hermoso trance. Creí crecerme un río, que fue arrastrando; y tuve miedo.

La carne volvió a enfriarse y pisé la tierra temblando. Sin poder borrar la huella, dejando atrás esa arcilla: la misma que forjó el misterio y una historia.

Primavera


Gracia de la caricia somnolienta,
de la dulzura de la fruta madura.
De tus dedos - de las yemas
que sangran flores.
De tu vocablo invisible
que recibe hasta el hartazgo.

Aunque a veces me cuestione,
me basta haber vivido tu recuerdo
que me he heredado,
y atisbar en tus cimientos
un diáfano reflejo.